La leyenda…:
Joe tocaba el banjo desde antes de saber atarse los cordones. Pasaba las horas tocando, en un
intento de esquivar al aburrimiento y a su polvoriento destino. Así desarrolló un toque único y una
velocidad arrolladora con ese instrumento del demonio. Y un día se marchó, subió al tren semanal
de las 5:45 pm, sin más equipaje que su sombrero, su banjo y un pañuelo de su madre. 
Nos fue encontrando, por aquí y por allá y todos quedamos atados a su personalidad única y a su
diluvio musical. Le apodamos “Ventisca” por esa carcajada suya tan tremenda y también por su
humor infernal cuando las cosas no salían bien.

Una noche, el estómago vacío, el exceso de “moonshine” y la fiebre de su música le jugaron una
mala pasada. “Tomó prestado” el caballo del sheriff del pueblo de mala muerte donde habíamos
actuado horas antes. El cielo caería sobre su cabeza. 
El juicio tuvo lugar en la madrugada: “Es cierto que Joe no tiene caballo señoría, pero se equivocó 
sin duda, no cabe la mala intención en su alma”, declaramos en su favor, mas no hubo
misericordia. 
El robo de un caballo lleva consigo una larga temporada entre rejas, tan larga que sus dedos
estarán roídos por la artrosis cuando salga. A menos que consigamos pagar su fianza. 
Por eso seguimos tocando sin él, para conseguir sacarlo de prisión. 
Queremos a Joe Ventisca de nuevo con nosotros. Y si no lo conseguimos… que nos parta un
maldito rayo.